sábado, 2 de febrero de 2008

Crítica comparativa.

Tras realizar mi traducción, he llevado a cabo una comparación entre ésta y la traducción profesional. Si bien es cierto que en la profesional hay bastantes buenas propuestas de traducción, en mi versión he descubierto varios aspectos que creo, mejoran la calidad del texto. Entre ellos quiero destacar un uso más cercano de los pronombres personales, que hacen referencia a un “vosotros”, siempre intentando acercar el texto al público, y poniendo de manifiesto que la obra va dirigida a las personas en su conjunto, y no a un único lector. Por otra parte, existe también una falta de concordancia en la traducción profesional, pues intercala “personas mayores” con “personas grandes”, o “dibujar” con “pintar”. En ambos casos creo que no es necesaria tal alternancia y que los segundos términos no se ajustan al texto, ni consiguen desempeñar el papel de verdaderos sinónimos.
De esta forma, se pueden comparar otros aspectos como la literalidad de la traducción profesional, que en algunos casos deja frases algo incoherentes.
Finalmente, creo que también es necesario señalar la dificultad añadida que poseen las segundas o terceras traducciones de este tipo de obras, puesto que dado su alcanza y conocimiento por parte de todos, es inevitable que se produzca una “contaminación” en las traducciones posteriores a la “original”.

El Pricipito. (Mi traducción)

Capítulo 1
Cuando yo tenía seis años, vi una vez, una magnífica imagen en un libro
sobre la Selva Virgen que se llamaba «Historias Vividas».Representaba
una serpiente boa que se tragaba una fiera. Aquí está la copia del dibujo.
Decía el libro: «Las serpientes boa tragan su presa toda entera, sin masticarla.
Después no se pueden mover más y duermen durante los seis meses que dura su digestión».
Reflexioné mucho sobre las aventuras de la selva y por mi parte, con un lápiz de color conseguí trazar mi primer dibujo. Mi número 1.
Era así:




Mostré mi obra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo. Ellos me respondieron “¿Por qué un sombreo daría miedo?”. Mi dibujo no representaba un sombrero, representaba una boa que digería un elefante. Entonces dibujé el interior de la serpiente boa, para que las personas mayores pudieran comprender. Siempre necesitan explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:




Las personas mayores me aconsejaron dejar a un lado los dibujos de serpientes boa abiertas o cerradas, y que me interesara más bien por la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. Así fue como abandoné, a la edad de seis años una magnífica carrera de pintor. Había sido desanimado por el fracaso de mi dibujo número 1 y mi dibujo número 2. Las personas mayores nunca comprenden nada ellos solos, y es cansado, para los niños, estar explicándoles siempre, siempre.
Entonces debí elegir otro trabajo y aprendí a pilotar aviones. He volado un poco por todo el mundo. Y, ciertamente, la geografía me ha sido de gran ayuda. Sabía distinguir, a primera vista, la China de Arizona. Es muy útil, si uno se pierde por la noche.
También he tenido, a lo largo de mi vida, muchos contactos con gente seria. He vivido mucho entre las personas mayores. Les he visto muy de cerca. Esto no ha mejorado mucho mi opinión.
Cuando me encontraba con una persona que me parecía un poco lúcida, probaba con ella la experiencia de mi dibujo número 1 que siempre conservé. Quería saber si era de verdad comprensiva. Pero siempre me respondían: “Es un sombrero”. Así que yo no le hablaba ni de serpientes boa, ni de selvas vírgenes, ni de estrellas. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor estaba muy contenta de conocer a un hombre muy razonable.

Capítulo II
Así he vivido solo, sin ninguna persona con quien hablar de verdad, hasta que tuve una avería en el desierto del Sahara, hace seis años. Algo estaba roto en mi motor. Y como no tenía conmigo ni mecánico, ni pasajeros, me preparé para intentar conseguir una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte. Apenas tenía agua para beber para ocho días. La primera noche dormí sobre la arena a mil millas de cualquier tierra habitada. Estaba más solo que un náufrago en una balsa en mitad del océano. Entonces os imagináis mi sorpresa, al amanecer, cuando una extraña y suave voz me despertó. Me decía:
- ¡Por favor…dibújame un cordero!
- ¿Qué?
- Dibújame un cordero
Me puse de pié de un salto como si me hubiera golpeado un rayo. Me froté bien
Los ojos. Miré bien. Y vi un pequeño hombre del todo extraordinario que me observaba seriamente. Aquí está el mejor retrato que, más tarde, conseguí hacer de él. Pero mi dibujo está claro, es mucho menos encantador que el original. No es mi culpa. Había sido desanimado en mi carrera como pintor por las personas mayores, a la edad de seis años, y no había aprendido a dibujar nada, salvo boas cerradas y boas abiertas. Yo miraba a esta aparición con los ojos abiertos como platos. No olvidéis que me encontraba a miles de millas de cualquier región habitada. Y mi hombrecito no me parecía perdido, ni muerto de cansancio, ni muerto de hambre, ni muerto de sed, ni muerto de miedo. No tenía para nada la apariencia de un niño perdido en mitad del desierto, a miles de millas de cualquier región habitada. Cuando por fin conseguí hablar, le dije:
- Pero… ¿qué haces tú aquí?
Y él me repitió, muy despacio, como si fuera algo muy serio:
- Por favor…dibújame un cordero…
Cuando el misterio es demasiado impresionante, no osamos desobedecer. Me parecía absurdo ya que me encontraba a miles de millas de cualquier entorno habitado y en peligro de muerte, y aun así saqué de mi bolsillo un folio de papel y una pluma. Pero me acordé de que yo había estudiado sobre todo la geografía, la historia, el cálculo y la gramática, y le dije al pequeño hombrecito (con un poco de mal humor) que no sabía dibujar. El me respondió:
- No pasa nada. Dibújame un cordero.
Como yo jamás había dibujado un cordero, volví a hacer, para él, uno de los dibujos que yo era capaz de hacer. Ese de la boa cerrada. Y quedé estupefacto al oír al pequeño hombre responder:
- ¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de una boa. Una boa es muy peligrosa, y un elefante es demasiado grande. Donde yo vivo es muy pequeño. Necesito una oveja. Dibújame una oveja.
Y entonces dibujé.
El me miraba atentamente, y dijo:
- ¡No! Ese está muy enfermo. Haz otro.
Yo dibujaba:
Mi amigo sonreía dulcemente, con indulgencia:
- Ves…eso no es un cordero, es un carnero. Tiene cuernos…
Entonces volví a hacer mi dibujo. Pero él lo rechazó, como a los otros:
-Ese de ahí es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Y entonces, ya sin paciencia, como tenía prisa por empezar a desmontar mi motor, garabateé este dibujo.
Y le dije:
- Esto es la caja. El cordero que tú quieres está dentro.
Pero me sorprendí mucho de ver como se le iluminaba la cara a mi joven juez:
-¡Es exactamente así como lo quería! ¿Crees que le hace falta mucha hierba a este cordero?
- ¿Por qué?
- Porque donde yo vivo es pequeño…
- Habrá suficiente. Te he dado una oveja muy pequeña.
- Inclinó la cabeza hacia el dibujo:
- No es tan pequeño… ¡Mira! Se ha dormido…
Así fue como conocí al Principito.

El Principito. (Traducción profesional)

1
Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que se titulaba "Historias vividas", una magnífica lámina. Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera. Esta es la copia del dibujo.

En el libro decía: "Las serpientes boas se tragan su presas enteras, sin masticarlas. Luego no pueden moverse y duermen durante los seis meses que dura su digestión".
Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras de la jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi primer dibujo. Mi dibujo número 1. Era asi:

Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les asustaba.
-¿Por qué habría de asustar un sombrero? - me respondieron.
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba una serpiente boa que digería un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas grandes pudieran comprender. Siempre necesitan explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:

Las personas grandes me aconsejaron que dejara a un lado los dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas, y que me interesara un poco más en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. Asi fue cómo, a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis dibujos número 1 y número 2.
Las personas grandes nunca comprenden nada por sí solas y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones.
Tuve, pues, que elegir otro oficio y aprendí a pilotear aviones. He volado un poco por todo el mundo y la geografía, en efecto, me ha servido de mucho; al primer vistazo podía distinguir perfectamente la China de Arizona. Esto es muy útil, sobre todo si se pierde uno durante la noche.
A lo largo de mi vida he tenido multitud de contactos con multitud de gente seria. Viví mucho con personas grandes. Las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado demasiado mi opinión sobre ellas.
Cuando me he encontrado con alguien que me parecía un poco lúcido, lo he sometido a la experiencia de mi dibujo número 1 que he conservado siempre. Quería saber si verdaderamente era un ser comprensivo. Pero siempre me respondian:: "Es un sombrero". Entonces no le hablaba ni de serpientes boas, ni de la selva virgen y ni de estrellas. Poniéndome a su altura, les hablaba del bridge, del golf, de política y de corbatas. Y la persona grande se quedaba muy contento de conocer a un hombre tan razonable.
2
Viví así, solo, sin nadie con quien poder hablar verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve una avería en el desierto de Sahara. Algo se había estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días.
La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía:
- ¡Por favor... píntame un cordero!
-¿Eh?
-¡Píntame un cordero!
Me puse en pie de un salto como herido por el rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario hombrecito que me miraba gravemente.
Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo. Pero no es mía la culpa. Las personas grandes me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas.

Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de toda región habitada. Y ahora bien, el hombrecito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo.
Cuando logré, por fin, articular palabra, le dije:
- Pero… ¿qué haces tú por aquí?
Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy importante:
-¡Por favor… píntame un cordero!
Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de distancia de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma fuente. Recordé que yo había estudiado especialmente geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al hombrecito (con un poco de mal humor), que no sabía dibujar.
- No importa - me respondió-, píntame un cordero!
Como jamás había dibujado un cordero, rehíce para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito:
- ¡No!, !No! Yo no quiero un elefante en una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi casa es todo muy pequeño. Necesito un cordero. Píntame un cordero.
Entonces dibujé un cordero. El hombrecito lo miró atentamente y dijo:

-¡No! Este cordero está ya muy enfermo. Haz otro.
Volví a dibujar.

Mi amigo sonrió dulcemente, con indulgencia.
-¿Ves? Esto no es un cordero, es un carnero. Tiene cuernos…
Rehice nuevamente mi dibujo: fue rechazado igual que los anteriores.

-Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Falto ya de paciencia y deseoso de comenzar a desmontar el motor, garrabateé rápidamente este dibujo, se lo enseñé, y le agregué:

-Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Con gran sorpresa mía el rostro de mi joven juez se iluminó:
-¡Así es como yo lo quería! ¿Crees que sea necesario mucha hierba para este cordero?
-¿Por qué?
-Porque en mi casa es todo tan pequeño…
-Alcanzará seguramente. Te he dibujado un cordero bien pequeño.
Se inclinó hacia el dibujo y exclamó:
-¡Bueno, no tan pequeño…! !Mira! Está dormido…
Y así fue como conocí al Principito.

Le Petit Prince. (versión original)

I
Lorsque j’avais six ans j’ai vu, une fois, une magnifique image, dans un livre sur la forêt vierge qui s’appelait Histoires vécues. Ça représentait un serpent boa qui avalait un fauve. Voilà la copie du dessin.

On disait dans le livre : « Les serpents boas avalent leur proie tout entière, sans la mâcher. Ensuite ils ne peuvent plus bouger et ils dorment pendant les six mois de leur digestion ».
J’ai alors beaucoup réfléchi sur les aventures de la jungle et, à mon tour, j’ai réussi, avec un crayon de couleur, à tracer mon premier dessin. Mon dessin numéro 1. Il était comme ça :

J’ai montré mon chef-d’œuvre aux grandes personnes et je leur ai demandé si mon dessin leur faisait peur.
Elles m’ont répondu : « Pourquoi un chapeau ferait-il peur ? »
Mon dessin ne représentait pas un chapeau. Il représentait un serpent boa qui digérait un éléphant. J’ai alors dessiné l’intérieur du serpent boa, afin que les grandes personnes puissent comprendre. Elles ont toujours besoin d’explications. Mon dessin numéro 2 était comme ça :

Les grandes personnes m’ont conseillé de laisser de côté les dessins de serpents boas ouverts ou fermés, et de m’intéresser plutôt à la géographie, à l’histoire, au calcul et à la grammaire. C’est ainsi que j’ai abandonné, à l’âge de six ans, une magnifique carrière de peintre. J’avais été découragé par l’insuccès de mon dessin numéro 1 et de mon dessin numéro 2. Les grandes personnes ne comprennent jamais rien toutes seules, et c’est fatigant, pour les enfants, de toujours leur donner des explications…
J’ai donc dû choisir un autre métier et j’ai appris à piloter des avions. J’ai volé un peu partout dans le monde. Et la géographie, c’est exact, m’a beaucoup servi. Je savais reconnaître, du premier coup d’œil, la Chine de l’Arizona. C’est utile, si l’on s’est égaré pendant la nuit.
J’ai ainsi eu, au cours de ma vie, des tas de contacts avec des tas de gens sérieux. J’ai beaucoup vécu chez les grandes personnes. Je les ai vues de très près. Ça n’a pas trop amélioré mon opinion.
Quand j’en rencontrais une qui me paraissait un peu lucide, je faisais l’expérience sur elle de mon dessin n°1 que j’ai toujours conservé. Je voulais savoir si elle était vraiment compréhensive. Mais toujours elle me répondait : « C’est un chapeau. » Alors je ne lui parlais ni de serpents boas, ni de forêts vierges, ni d’étoiles. Je me mettais à sa portée. Je lui parlais de bridge, de golf, de politique et de cravates. Et la grande personne était bien contente de connaître un homme aussi raisonnable…
II
J’ai ainsi vécu seul, sans personne avec qui parler véritablement, jusqu’à une panne dans le désert du Sahara, il y a six ans. Quelque chose s’était cassé dans mon moteur. Et comme je n’avais avec moi ni mécanicien, ni passagers, je me préparai à essayer de réussir, tout seul, une réparation difficile. C’était pour moi une question de vie ou de mort. J’avais à peine de l’eau à boire pour huit jours.
Le premier soir je me suis donc endormi sur le sable à mille milles de toute terre habitée. J’étais bien plus isolé qu’un naufragé sur un radeau au milieu de l’océan. Alors vous imaginez ma surprise, au lever du jour, quand une drôle de petite voix m’a réveillé. Elle disait :…
« S’il vous plaît… dessine-moi un mouton !
— Hein !
— Dessine-moi un mouton… »
J’ai sauté sur mes pieds comme si j’avais été frappé par la foudre. J’ai bien frotté mes yeux. J’ai bien regardé. Et j’ai vu un petit bonhomme tout à fait extraordinaire qui me considérait gravement. Voilà le meilleur portrait que, plus tard, j’ai réussi à faire de lui.

Mais mon dessin, bien sûr, est beaucoup moins ravissant que le modèle. Ce n’est pas de ma faute. J’avais été découragé dans ma carrière de peintre par les grandes personnes, à l’âge de six ans, et je n’avais rien appris à dessiner, sauf les boas fermés et les boas ouverts.
Je regardai donc cette apparition avec des yeux tout ronds d’étonnement. N’oubliez pas que je me trouvais à mille milles de toute région habitée. Or mon petit bonhomme ne me semblait ni égaré, ni mort de fatigue, ni mort de faim, ni mort de soif, ni mort de peur. Il n’avait en rien l’apparence d’un enfant perdu au milieu du désert, à mille milles de toute région habitée. Quand je réussis enfin à parler, je lui dis :
« Mais qu’est-ce que tu fais là ? »
Et il me répéta alors, tout doucement, comme une chose très sérieuse :
« S’il vous plaît… dessine-moi un mouton… »
Quand le mystère est trop impressionnant, on n’ose pas désobéir. Aussi absurde que cela me semblât à mille milles de tous les endroits habités et en danger de mort, je sortis de ma poche une feuille de papier et un stylographe. Mais je me rappelai alors que j’avais surtout étudié la géographie, l’histoire, le calcul et la grammaire et je dis au petit bonhomme (avec un peu de mauvaise humeur) que je ne savais pas dessiner. Il me répondit :
« Ça ne fait rien. Dessine-moi un mouton. »
Comme je n’avais jamais dessiné un mouton je refis, pour lui, l’un des deux seuls dessins dont j’étais capable. Celui du boa fermé. Et je fus stupéfait d’entendre le petit bonhomme me répondre :
« Non ! Non ! Je ne veux pas d’un éléphant dans un boa. Un boa c’est très dangereux, et un éléphant c’est très encombrant. Chez moi c’est tout petit. J’ai besoin d’un mouton. Dessine-moi un mouton. »
Alors j’ai dessiné.
Il regarda attentivement, puis :
« Non ! Celui-là est déjà très malade. Fais-en un autre. »
Je dessinai :
Mon ami sourit gentiment, avec indulgence :
« Tu vois bien… ce n’est pas un mouton, c’est un bélier. Il a des cornes… »
Je refis donc encore mon dessin :
Mais il fut refusé, comme les précédents :
« Celui-là est trop vieux. Je veux un mouton qui vive longtemps. »
Alors, faute de patience, comme j’avais hâte de commencer le démontage de mon moteur, je griffonnai ce dessin-ci :

Et je lançai :
« Ça c’est la caisse. Le mouton que tu veux est dedans. »
Mais je fus bien surpris de voir s’illuminer le visage de mon jeune juge :
« C’est tout à fait comme ça que je le voulais ! Crois-tu qu’il faille beaucoup d’herbe à ce mouton ?
— Pourquoi ?
— Parce que chez moi c’est tout petit…
— Ça suffira sûrement. Je t’ai donné un tout petit mouton. »
Il pencha la tête vers le dessin :
« Pas si petit que ça… Tiens ! Il s’est endormi… »
Et c’est ainsi que je fis la connaissance du petit prince.

miércoles, 30 de enero de 2008

Comentario y análisis

Saint-Exupéry escribió el Principito en Nueva York. Su redacción fue enmarcada en unos de los más feroces tiempos, la Segunda Guerra Mundial. Motivado por su redactor para escribir un libro destinado a un público infantil, Saint-Exupéry da vida al Principito.
Bajo nuestro punto de vista, el tema central de El Principito es la amistad. Sin duda podemos entrever dos subtemas derivados de las relaciones humanas. De un lado, Saint-Exupéry hace notar la incapacidad de los adultos para comprender la sencillez propia de los niños y niñas. De otro lado, nos habla de la infancia, con claras connotaciones a su propia experiencia.
El libro se inicia con una apelación a la comprensión por parte del personaje en su infancia. Para ello utiliza como vehículo de comunicación el dibujo. El dibujo de un elefante le sirve al personaje para detectar si una persona es comprometida o no. En función del resultado de su prueba encasilla a la persona en cuestión y responde de diferente manera ante ella. El dibujo es sin duda de vital importancia para el desarrollo del libro. Por consejo de los adultos abandona el dibujo cosa que le marca profundamente. De hecho, en el espacio de dos páginas se reitera en la idea. El dibujo, curiosamente rechazado por los adultos, se convierte en el detonante de su posterior relación con el principito. El autor asegura que el personaje hasta conocer al principito ha vivido prácticamente solo sin poder comunicar su riqueza interior. Saint-Exupéry en las primeras páginas nos confiesa su soledad puesta de manifiesto por la falta de comunicación. Las ansias de comunicación llevan al personaje a subir a una montaña para pedir algo de amistad, pero lo que encuentra es el propio eco. Posiblemente, es en este punto donde podemos entrever cierta mezcla entre realidad y ficción, entre personaje literario y autobiografía. En efecto, el tema del libro es el de la soledad vencida por la amistad.
Saint-Exúpery ha encontrado un remedio capaz de paliar la soledad:
-recurrir a la memoria
-evocar tiempos pasados
-recuerdos de su infancia
Gracias a estos recursos la permanencia de la infancia en el alma del autor se pudo producir el nacimiento del personaje.
Otro punto en común entre el autor y el personaje central es el hecho de proceder del mismo sitio. El escritor ha caído del cielo a consecuencia de un accidente aéreo, y el Principito viene de otro planeta.
Saint-Expéry hace una crítica a la superficialidad de los adultos. Afirma que nadie creyó a un astrónomo que observó la existencia de un asteroide por su indumentaria.
“... Tengo poderosas razones para creer que el planeta del cual venía el principito era el asteroide B 612. Este asteroide ha sido visto sólo una vez con el telescopio en 1909, por un astrónomo turco
Este astrónomo hizo una gran demostración de su descubrimiento en un congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó a causa de su manera de vestir. Las personas mayores son así. Felizmente para la reputación del asteroide B 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, el vestido a la europea. Entonces el astrónomo volvió a dar cuenta de su descubrimiento en 1920 y como lucía un traje muy elegante, todo el mundo aceptó su demostración...”.
El autor continúa con una alusión a la forma tradicional de iniciar la redacción de un cuento: “Érase una vez...”. En esta crítica podemos intuir un cierto temor a una interpretación superficial.
Con el siguiente fragmento, el autor nos muestra otra de sus preocupaciones: el trabajo. Saint-Exupéry explicita lo que él entiende por trabajo bien hecho. Lo hace a partir de la tarea que supone mantener limpio el pequeño planeta de baobabs.
“...Es una cuestión de disciplina, me decía más tarde el principito. Cuando por la mañana uno termina de arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un trabajo muy fastidioso pero muy fácil...".
El texto adquiere en este punto su carácter más moralizante:
“Malas hierbas se han de extraer al principio, sino después cuesta más”
El autor continúa su exposición sobre el trabajo con un nuevo fragmento sobre la delicadeza y precisión que supone el cuidado de una rosa. Si bien es cierto, que la rosa cumple una extraordinaria función al embellecer el lugar, no es menos importante la responsabilidad y profesionalidad con la que el principito debe realizar su trabajo.
El amor al trabajo bien hecho, con honradez y responsabilidad es un “leitmotiv” en la vida de Saint-Exupéry. Ello no significa que no haya criticado la actividad sin contenidos ridiculizando la superficialidad. Nos referimos al episodio donde nos muestra el diálogo entre el principito y el geógrafo. El principito se lleva su gran decepción al saber que el geógrafo ignora la existencia o no de océanos en su propio planeta.
Con ocasión de la visita del principito al planeta habitado por un contable, ocupado en censar, Saint-Exupéry hace una crítica al exceso de trabajo.
En esencia, al igual que el avaro contador de dinero, se diría que el contador de estrellas es inmensamente rico, pero en realidad a nuestro entender es pobre. Cuando el principito se le acerca para conversar con él, el contador de estrellas lo rechaza diciéndole que no puede distraerse en menudeces ya que es una persona importante, aunque en realidad, su trabajo no tenga finalidad alguna. Es pues, una vida vacía que choca con la vida del Principito entregada al cuidado de la rosa y los volcanes que tanto lo necesitan.
Llegados al catorceavo capítulo, nos encontramos con uno de los pasajes más bellos de este libro. Nos referimos al capítulo donde el Principito conversa con el farolero. Su trabajo, el de encender y apagar la única farola de su planeta, no tiene sentido en si mismo, ya que las puestas de sol no duran más que medio segundo, pero sí, encierra una aspecto muy importante para el autor. El farolero se mantiene fiel a su trabajo por una orden recibida. Hablamos pues, de la honestidad en el cumplimiento del deber.
“...Al llegar al planeta, saludó con respeto al farolero: -Buenos días. ¿Por qué apagas el farol?
-Es la consigna-contestó el farolero- Buenos días.
-¿Qué es la consigna?
-Apagar el farol. Buenas noches.
Y volvió a encenderlo.
-Pero, ¿y ahora por qué acabas de encenderlo nuevamente?
-Es la consigna-respondió el farolero.
-No te comprendo-le dijo el principito.
-No es necesario comprender nada. La consigna es la consigna. Buenos días.-dijo el farolero, apagó el farol y secó su frente con un pañuelo a cuadros rojos...”
“...Mientras proseguía su viaje se dijo el principito: "éste sería despreciado por todos los otros, por el rey, el vanidoso, el bebedor, el hombre de negocios. Por el contrario a mí, es el único que no me parece ridículo. Tal vez sea por ocuparse de una cosa ajena a si mismo".
Suspiró con nostalgia y prosiguió:
"Este es el único del que podría haberme hecho amigo. Pero su planeta es realmente tan pequeño que no hay lugar para dos..."...
En su viaje al exterior, el pequeño príncipe visita un planeta en el que vive un bebedor. Con este encuentro, el autor quiere hacernos reflexionar sobre la sensualidad y sus consecuencias nefastas en la persona que se deja arrastrar por ella. Bajo nuestro punto de vista, Saint-Exupéry no condena el alcoholismo en sí, sino que centra su atención en la profunda tristeza que deja en el alma haber sido víctima, más o menos consciente, de la voluptuosidad.
Posteriormente, el Principito, siguiendo el consejo del geógrafo va a visitar la Tierra. Es en este planeta donde el pequeño va a sufrir grandes decepciones. El primer ser vivo que encuentra es la serpiente, quien le descubre que se encuentra en el desierto sahariano. El protagonista ansioso por conocer las gentes del planeta, verá frustradas sus expectativas. En la búsqueda del ser humano sube a lo alto de una montaña, pero lo único que encuentra es la soledad de su propio eco. Al bajar de la montaña, le espera al pequeño príncipe otra gran decepción, pues encuentra un jardín repleto de rosas idénticas a la suya. Este hecho le aflige ya que él se creía el poseedor de la única rosa. La decepción ocasionada será superada al comprobar que aunque en apariencia podrían confundirse, en realidad son completamente distintas, pues la relación con la suya es del todo distinta.
Afortunadamente, el Principito se encuentra con un zorro. Curiosamente, un animal considerado salvaje, y generalmente alejado de los intereses humanos, que por lo contrario el autor caracteriza ávido por ser domesticado.
Es muy interesante captar el fondo del diálogo que se establece entre el Principito y el zorro a propósito de la intención de éste último por ser domesticado. El autor encuentra en este pasaje una buena ocasión para hablarnos de su gran preocupación: la creación de lazos que liguen a unos y otros. El diálogo se inicia cuando el animal le pregunta al pequeño lo que busca. Éste responde que busca amigos, a lo que el zorro contesta hablando de la importancia de establecer lazos, que para él seria la domesticación. Para el zorro la domesticación cambiará su existencia. Utilizando el mismo ejemplo que en el libro se expone diríamos que el zorro no come trigo, pero al ser domesticado, las doradas espigas mecidas al viento le recordarían los rubios cabellos del príncipe. Así cada vez que viera un trigal le recordaría al Principito.
Siguiendo el orden cronológico del libro, el Principito se encuentra con el personaje humano. Podríamos afirmar, no sin aventurarnos que dicho personaje humano, es en esencia una prolongación de la vida del propio Saint-Exupéry. Los dos pilotos de profesión sufren un accidente de parecidas características en el desierto, pero sobretodo comparten afición por el dibujo. Dicha afición se ve en los dos casos condicionada por la intervención de los adultos que siegan en ambos casos su progresión. El personaje de Saint-Exupéry encuentra en el Principito una gran escapatoria al mundo real. Permite pues, proyectar en él toda la imaginación y ensoñación de su infancia, que en realidad, es una sola, la misma.
Saint-Exupéry alude de forma directa a la soledad del hombre actual y creemos que encuentra la causa de la misma en la concepción materialista del mundo (valorar a las personas con números,...), materialismo que dista mucho del pensamiento saintexuperiano.
En el libro que analizamos el autor expone de forma más o menos abstracta el tema de la fe (práctica religiosa que Saint-Exupéry conoció en su infancia). El protagonista cree en su rosa, dejada en su planeta, aunque ahora no la puede cuidar personalmente. Está seguro de ella.
Algo que nos ha llamado la atención es el hecho de que el protagonista, un niño, se permita dar lecciones a los adultos y sobre todo en una materia tan importante como el verdadero sentido de la vida. El Principito tiene a nuestro entender una concepción más cerca de la realidad que los demás, debido fundamentalmente, a que en el lugar donde vive todo está enormemente simplificado. El pequeño príncipe ama lo que hace. Ama la vida. Considera que el amor está en la base de todo. Así, su particular manera de entender la vida, dista mucho del comportamiento adulto de los humanos. Amistad y amor se entrelazan, no distinguiéndose en muchos casos donde empieza uno o acaba el otro.
Saint-Exupéry, por último, nos habla de la muerte. El Principito deja la Tierra para volver a su planeta. El autor deja caer el tema con extraordinaria sencillez y naturalidad a pesar de ser un tema muy trascendente. Curiosamente, aunque suponemos no de forma intencionada, autor y personaje comparten un mismo final: Los dos mueren y desaparecen sin dejar rastro. En conclusión, lograr decir tantas cosas importantes y trascendentes en tan pocas páginas y con tal sencillez y belleza es el gran mérito de este libro.

Sinopsis

La historia empieza cuando el autor describe un dibujo que hizo cuando era niño de una boa constrictor que se traga un elefante, después de haber visto un libro sobre la selva virgen, en el cual había un dibujo de éste increíble animal.
Muy contento con su elefante tragado por una serpiente, enseña su dibujo a varias personas mayores, preguntando si les asusta el dibujo, a lo que los mayores responden: “¿Por qué debería dar miedo un sombrero?
Disgustado por la falta de imaginación de los adultos, decide cambiar de oficio, ya no será pintor, será piloto de avioneta. Así, vive sólo, pilotando sin nadie con quien poder hablar de verdad durante años, hasta que un día tiene una avería en el desierto del Sahara. Pasa la primera noche durmiendo en la arena, y cuando las primeras luces del alba iluminan el día, oye una voz muy especial que le dice “por favor, dibújame una oveja”. Con sorpresa, se levanta de un salto y ve ante si a un principito que con insistencia, pero con calma le pide que le dibuje una oveja. Le dibuja varias ovejas, pero todas son rechazadas por el joven principito, también le dibuja el elefante comido por la serpiente, a lo que éste responde que no quiere ni elefantes ni serpientes que quiere una oveja. Se da cuenta que el principito ha reconocido el dibujo y decide dibujarle una caja con agujeros y la oveja dentro. “Esto es exactamente lo que quería” le dice. Y así es como el piloto conoce al principito del cuento.
Lo que sigue es la historia que el principito le cuenta al piloto sobre las aventuras que ha tenido en otros mundos desde que dejó su planeta, el asteroide B-612, las cosas que había aprendido, los extraños personajes que había conocido, de los que no podía entender su comportamiento, y los amigos que había hecho.
El asteroide B-612 tenía tres pequeños volcanes, dos de ellos en erupción, que le venían muy bien para calentar la comida, en el otro, que estaba extinguido, no tenía nada, y lo usaba como silla o taburete. También tenía una flor, que cuidaba con mucho esmero. El día antes de marcharse, deshollinó con cuidado los tres volcanes y tapó su flor con una urna de cristal para protegerla del viento y del frío. Al poco rato, marchó en busca de algún amigo: llegó a un asteroide, donde vivía un rey muy antipático luego fue a otro, donde vivía un hombre que siempre estaba feliz, un asteroide en el que vivía un borracho, en otro vivía un hombre de negocios, que siempre estaba haciendo cuentas, en otro asteroide vivía un farolero, y en otro un hombre sabio.
Ninguno de estos hombres le caían bien; hasta que llegó a la Tierra, donde conoció a un zorro, mas tarde lo domesticó; después marchó y llegó a este lugar, en el que se encontró con el piloto.
El principito se hace preguntas que contesta el mismo en su infantil y natural forma de entender los valores humanos. Cuando conoce al zorro hace su propia interpretación de lo que es tener un amigo y despedirse de el.
Todo está escrito en un lenguaje que casi te hace llorar. El principito en su inocencia y deseo de bondad, de conocer cada lugar y cada persona con avidez y curiosidad, es no sólo un vagabundo, sino un mensajero de sencillez, imaginación, amor, amistad y ingenuidad infantil.
Las historias son profundas, intensamente conmovedoras y están llenas de filosofía y de metáforas poéticas: “sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”.
Es un cuento que va más allá de la imaginación del lector, y que recuerda que las cosas importantes de la vida se encuentran en el interior de las personas.

El autor: Vida y obra de Antoine de Saint- Exupéry

Antoine de Saint-Exupéry, nació el 29 de Junio de 1900, y murió el 31 de Julio de 1944, dentro de un avión, seguramente como él habría deseado morir: en el aire, donde decía que se sentía verdaderamente libre y donde afluía lo mejor de sí mismo.
Lionés de nacimiento, se crió en Saint Maurice-de-Rémens junto a sus tres hermanas, dos hermanos y su madre, cuando murió su padre.
Hay una teoría psicoanalítica que atribuye el espíritu de aventura de Saint-Exupéry a la forma en que interiorizó la muerte de su padre cuando tenía cuatro años. “Cuando mi padre murió -escribió- se convirtió en una montaña”. Y volando por encima de las montañas superó su orfandad. (J.Fabre)
Fue un mal estudiante. A los doce años hizo su primer vuelo con un piloto del aeródromo cercano a su casa. Al acabar el bachillerato empezó estudios navales en París pero fue un fracaso. Después entró en Bellas Artes y también lo dejó. Llevó una vida de bohemio hasta que en 1921 se fue al servicio militar, dónde después de la instrucción lo mandaron a Marruecos durante nueve meses. Más tarde hizo un curso y se graduó como subteniente, siete meses más tarde tuvo su primer accidente de aviación.
A los 26 años (1926) publicó su primera novela “El aviador”. Desde entonces su vida transcurrió siempre entre la aviación y la literatura. Dos años más tarde tomó como base su primera novela y la reelaboró a partir de su experiencia en la base de cabo Juby, en plena insurrección marroquí, dónde estuvo de comandante jefe.
En 1931, y cuando llevaba dos años trabajando en la empresa Aero-Postale de Buenos Aires, escribió “Vuelo nocturno” que trata sobre los aventureros que abrieron la ruta aérea Buenos Aires - Río de Janeiro. Por éste libro obtuvo el premio “Fémina”. Cuando la empresa cerró, trabajó como periodista, tarea que le trajo a Barcelona durante la guerra civil.
Entre 1931 y 1938 fracasó, al tener varios accidentes, uno de ellos muy grave, como raid entre París y Saigón y entre Nueva York y Tierra del Fuego.
Más tarde mientras vivía en Estados Unidos, publica “Tierra de los hombres” (1939) que narra, en uno de sus capítulos, el accidente que tuvo un amigo suyo en los Andes. Ésta novela ganó el “Gran Premio de Novela de la Academia Francesa”.
Aquel mismo año estalló la segunda guerra mundial, y ya recuperado del último accidente, fue destinado a un grupo aéreo de reconocimiento. Una de sus misiones le sirvió como base de la novela “Piloto de guerra” que escribió en 1941 cuando ya estaba instalado en Nueva York. Éste libro fue publicado en Estados Unidos, y fue autorizado en la Francia de Pétain con cuatro palabras censuradas “Hitler es un idiota”, pero que finalmente fue prohibido en 1943 cuando ya había ganado el “National Book Award”.
De vuelta en Nueva York, en 1942, empezó a escribir “Ciudadela”, obra inacabada y póstuma muy diferente a las restantes. Y “El principito”, libro también singular, ilustrado por él mismo.
A punto de cumplir los 43 años, fue nombrado comandante de las fuerzas aliadas y enviado al Norte de África. El verano de 1944 estaba destinado en la base de Borgo (Córcega). El 31 de Julio, despegó para lo que sería su última misión. Estaba en el límite de la edad autorizada para pilotar y las autoridades militares habían decidido que no le autorizarían ningún vuelo más. No hizo falta, el avión cayó al mar y Saint-Exupéry entró en el mundo de la leyenda.

Bibliografía

“Correo del sur”. 1929. Emecé. Primera novela. Una historia de amor escrita en el fuerte de cabo Juby, Marruecos.

“Vuelo nocturno”. 1931. Prólogo de André Gide. Emecé. Epopeya del coreo aéreo en la Patagonia nocturna.

“Tierra de los hombres”. 1939. Emecé y Círculo de Lectores. Escrita en Nueva York después de un accidente. Entre la crónica de viaje y la filosofía.

“Piloto de guerra”. 1942. Altaya. Reflexión humanista después de la controvertida experiencia como aviador en la segunda guerra mundial.

“El principito”. 1943. Emecé-Alianza, Emecé y Anaya (CD-Rom). Uno de los libros más pirateados del mundo.

“Carta a un rehén”. 1944. Emecé y Círculo de Lectores. Iniciado en Lisboa como prólogo de un libro de Léon Werth, a quién dedicó “El principito”.

“Ciudadela”. 1948. Alba. Extensa y inacabada obra póstuma que resume su visión de la vida.

“Cartas a una amiga inventada”. 1953. José J. De Olañeta Editor. Aparece por primera vez como “Cartas de juventud”, el libro recupera una ficticia correspondencia entre 1923 y 1931.