sábado, 2 de febrero de 2008

El Pricipito. (Mi traducción)

Capítulo 1
Cuando yo tenía seis años, vi una vez, una magnífica imagen en un libro
sobre la Selva Virgen que se llamaba «Historias Vividas».Representaba
una serpiente boa que se tragaba una fiera. Aquí está la copia del dibujo.
Decía el libro: «Las serpientes boa tragan su presa toda entera, sin masticarla.
Después no se pueden mover más y duermen durante los seis meses que dura su digestión».
Reflexioné mucho sobre las aventuras de la selva y por mi parte, con un lápiz de color conseguí trazar mi primer dibujo. Mi número 1.
Era así:




Mostré mi obra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les daba miedo. Ellos me respondieron “¿Por qué un sombreo daría miedo?”. Mi dibujo no representaba un sombrero, representaba una boa que digería un elefante. Entonces dibujé el interior de la serpiente boa, para que las personas mayores pudieran comprender. Siempre necesitan explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:




Las personas mayores me aconsejaron dejar a un lado los dibujos de serpientes boa abiertas o cerradas, y que me interesara más bien por la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. Así fue como abandoné, a la edad de seis años una magnífica carrera de pintor. Había sido desanimado por el fracaso de mi dibujo número 1 y mi dibujo número 2. Las personas mayores nunca comprenden nada ellos solos, y es cansado, para los niños, estar explicándoles siempre, siempre.
Entonces debí elegir otro trabajo y aprendí a pilotar aviones. He volado un poco por todo el mundo. Y, ciertamente, la geografía me ha sido de gran ayuda. Sabía distinguir, a primera vista, la China de Arizona. Es muy útil, si uno se pierde por la noche.
También he tenido, a lo largo de mi vida, muchos contactos con gente seria. He vivido mucho entre las personas mayores. Les he visto muy de cerca. Esto no ha mejorado mucho mi opinión.
Cuando me encontraba con una persona que me parecía un poco lúcida, probaba con ella la experiencia de mi dibujo número 1 que siempre conservé. Quería saber si era de verdad comprensiva. Pero siempre me respondían: “Es un sombrero”. Así que yo no le hablaba ni de serpientes boa, ni de selvas vírgenes, ni de estrellas. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor estaba muy contenta de conocer a un hombre muy razonable.

Capítulo II
Así he vivido solo, sin ninguna persona con quien hablar de verdad, hasta que tuve una avería en el desierto del Sahara, hace seis años. Algo estaba roto en mi motor. Y como no tenía conmigo ni mecánico, ni pasajeros, me preparé para intentar conseguir una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte. Apenas tenía agua para beber para ocho días. La primera noche dormí sobre la arena a mil millas de cualquier tierra habitada. Estaba más solo que un náufrago en una balsa en mitad del océano. Entonces os imagináis mi sorpresa, al amanecer, cuando una extraña y suave voz me despertó. Me decía:
- ¡Por favor…dibújame un cordero!
- ¿Qué?
- Dibújame un cordero
Me puse de pié de un salto como si me hubiera golpeado un rayo. Me froté bien
Los ojos. Miré bien. Y vi un pequeño hombre del todo extraordinario que me observaba seriamente. Aquí está el mejor retrato que, más tarde, conseguí hacer de él. Pero mi dibujo está claro, es mucho menos encantador que el original. No es mi culpa. Había sido desanimado en mi carrera como pintor por las personas mayores, a la edad de seis años, y no había aprendido a dibujar nada, salvo boas cerradas y boas abiertas. Yo miraba a esta aparición con los ojos abiertos como platos. No olvidéis que me encontraba a miles de millas de cualquier región habitada. Y mi hombrecito no me parecía perdido, ni muerto de cansancio, ni muerto de hambre, ni muerto de sed, ni muerto de miedo. No tenía para nada la apariencia de un niño perdido en mitad del desierto, a miles de millas de cualquier región habitada. Cuando por fin conseguí hablar, le dije:
- Pero… ¿qué haces tú aquí?
Y él me repitió, muy despacio, como si fuera algo muy serio:
- Por favor…dibújame un cordero…
Cuando el misterio es demasiado impresionante, no osamos desobedecer. Me parecía absurdo ya que me encontraba a miles de millas de cualquier entorno habitado y en peligro de muerte, y aun así saqué de mi bolsillo un folio de papel y una pluma. Pero me acordé de que yo había estudiado sobre todo la geografía, la historia, el cálculo y la gramática, y le dije al pequeño hombrecito (con un poco de mal humor) que no sabía dibujar. El me respondió:
- No pasa nada. Dibújame un cordero.
Como yo jamás había dibujado un cordero, volví a hacer, para él, uno de los dibujos que yo era capaz de hacer. Ese de la boa cerrada. Y quedé estupefacto al oír al pequeño hombre responder:
- ¡No! ¡No! No quiero un elefante dentro de una boa. Una boa es muy peligrosa, y un elefante es demasiado grande. Donde yo vivo es muy pequeño. Necesito una oveja. Dibújame una oveja.
Y entonces dibujé.
El me miraba atentamente, y dijo:
- ¡No! Ese está muy enfermo. Haz otro.
Yo dibujaba:
Mi amigo sonreía dulcemente, con indulgencia:
- Ves…eso no es un cordero, es un carnero. Tiene cuernos…
Entonces volví a hacer mi dibujo. Pero él lo rechazó, como a los otros:
-Ese de ahí es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Y entonces, ya sin paciencia, como tenía prisa por empezar a desmontar mi motor, garabateé este dibujo.
Y le dije:
- Esto es la caja. El cordero que tú quieres está dentro.
Pero me sorprendí mucho de ver como se le iluminaba la cara a mi joven juez:
-¡Es exactamente así como lo quería! ¿Crees que le hace falta mucha hierba a este cordero?
- ¿Por qué?
- Porque donde yo vivo es pequeño…
- Habrá suficiente. Te he dado una oveja muy pequeña.
- Inclinó la cabeza hacia el dibujo:
- No es tan pequeño… ¡Mira! Se ha dormido…
Así fue como conocí al Principito.

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